En la quietud de la noche,
con la Luna y las estrellas por testigos,
fuimos el uno del otro.
Nuestros cuerpos sobre el manto
que el rocío
se había engargado de esparcir,
estremecieron de placer,
jadeantes y sudorosos,
entregados al amor.
Ees como el viento,
me susurras,
Bailas con la noche,
orquestas a los árboles y
de coro te hacen las flores.
¿Qué tienes?
Tú me miras y
yo, sonrío.
¿Qué me das?
Yo te miro y
tú, sonríes.
Eslabones son
nuestros cuerpos,
de una cadena ya imposible de romper.
Adíctos nos hemos vuelto.
La necesidad se impone.
Como imánes nos buscamos,
pegados, pegaditos,
llenos a rebosar.
Qué sensación,
qué plenitud,
qué felicidad.
Aun sabiendo,
que nada es eterno,
la mitad de mi reino daría
por parar el tiempo.
Y escuchar hasta la eternidad,
que soy
viento en movimiento...
Dcbre-010
muy bonito!
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